Nuestros Amores

"Hay dos grandes Sacramentos que se reclaman mutuamente inseparables uno del otro:
la Eucaristía y el Sacerdocio"

Jesús Eucaristía

Todo en la Congregación gira en torno a la presencia de Jesús Eucaristía.

El padre Eugenio Prévost, fundador de la Fraternidad Sacerdotal, decía a sus hijos: “Vivamos el momento presente, apacibles y seguros, apoyándonos sólo en Jesús y haciendo de ÉL el centro de nuestros pensamientos, el centro de nuestros deseos y de nuestras santas ambiciones. Unamos completamente nuestra voluntad a la de Jesús en la Eucaristía”.

 

¡Solo Jesús! Es el grito de alegría que sale del corazón de un “Fraterno”.

“La Eucaristía es todo en la Iglesia, porque ella es Jesús. Pero, es el Sacerdote el que nos da la Eucaristía, la conserva para nosotros y con ella nos alimenta: todo esto por el poder mismo del Sacerdocio de Jesús presente en toda alma sacerdotal”.

En Jesús es nuestro único amor, Él es nuestro todo.

Jesús Sacerdote

El Jesús de nuestras adoraciones es un Jesús Sacerdote;
es nuestro gran y único amor.

Para nuestro fundador, Jesús es, esencialmente, Sacerdote, y lo es desde el momento de su encarnación. Su misión es completamente sacerdotal. Todo lo que es y lo que hace adquiere un carácter sacerdotal. En todo se da, se sacrifica, se inmola.

Durante un viaje al sur de Francia, aquello que conmovió profundamente al padre Eugenio se hace más evidente. Así lo relata él mismo después de haber pasado un rato junto a Jesús Eucaristía:

“Allí me impresionó el estado sacerdotal de Jesús sacramentado. Ésta es la verdadera razón de ser de Jesús. Es una hostia, una víctima. Vino a sustituir todos los sacrificios antiguos. Desde la caída del primer hombre, debía venir. Sacrificarse a sí mismo es la razón de ser de Jesús. Y es Él quien se sacrifica: es el Sumo Sacerdote. El sacerdocio es el título más hermoso de Jesús en la Eucaristía. El Jesús que cautivó mi corazón se me aparece ahora sólo como el Sacerdote Eterno que multiplica su amor prolongando su Sacerdocio en las almas de los sacerdotes”

Estas pocas líneas sobre la experiencia espiritual del padre Eugenio nos ponen en camino hacia un amor especialísimo por Jesús honrado como «Sacerdote y Víctima en la Eucaristía y en sus sacerdotes».

Solamente por gracia, en aquel tiempo, el padre Prévost ya había captado lo que la exhortación apostólica Pastores Dabo Vobis de Juan Pablo II enseñaría en el nº 13:

«Jesucristo ha manifestado en sí mismo el rostro perfecto y definitivo del sacerdocio de la nueva Alianza. Esto lo ha hecho en su vida terrenal, pero sobre todo en el acontecimiento central de su pasión, muerte y resurrección. Como escribe el autor de la Carta a los Hebreos, Jesús siendo hombre como nosotros y a la vez el Hijo unigénito de Dios, es en su propio ser mediador perfecto entre el Padre y la humanidad.» (Cf. Heb 8-9)

Según el Cardenal Sarah: «Jesucristo es sacerdote. Todo su ser es sacerdotal, es decir, donado, entregado y ofrecido. Antes de Jesucristo, los sacerdotes ofrecían a Dios sacrificios de animales. Jesucristo nos hace ver que el auténtico sacerdote se ofrece a sí mismo en sacrificio».

Continúa el cardenal: «Ser sacerdote es participar ontológicamente de la entrega que Jesús, con toda su vida, hizo de sí mismo a Dios por la Iglesia. Es asumir el sacrificio de la cruz como lo que configura toda su vida. El sacerdocio es una participación ontológica en ese desprendimiento de Cristo”.

¡Jesús, solo Jesús!

Los Sacerdotes

“¡Los Sacerdotes, los Sacerdotes! ¡Todo lo dejaría yo por los Sacerdotes!”

En 1886 el Padre Prévost escribió a sus superiores:

“Hay un rinconcito de mi alma que no le he hecho conocer y siento ahora la necesidad de mostrárselo: me refiero a lo que siento por los Sacerdotes, su santificación, su dignidad, su vocación. Siento una intensa necesidad de santificarme por ellos, de reparar especialmente sus ultrajes o su indiferencia para con Nuestro Señor en la Eucaristía”

Este sentimiento que fue naciendo y creciendo en el corazón de nuestro fundador, era el mismo amor de Jesús por sus Sacerdotes, era el deseo de nuestro Señor por tener almas enamoradas y dispuestas a orar, sacrificarse, entregarse y servir a sus elegidos, pues:

El oficio del Sacerdote es demasiado elevado y corresponde a una misión sublime que requiere cualidades especialísimas, asume compromisos muy grandes y confiere poderes demasiado extensos, como para que una vocación de tal importancia no sea el efecto de un llamado particular y de una elección individual”

El amor que Jesús le dio al Padre Prévost por los Sacerdotes, también lo hemos recibido, pues por ellos vivimos y nos hacemos víctimas. Por su santidad y fidelidad Adoramos a Jesús Eucaristía. Cada una de nuestras obras tienen como base el Amor y están destinadas a que cada Sacerdote experimente la elección tierna y única que Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote ha hecho por ellos.

Te invitamos a conocer más sobre estos Amores que hacen latir nuestro Corazón.

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