Consejos prácticos para Adorar a Jesús Eucaristía

No hay una “fórmula secreta” o un plan establecido por Dios, es más, en el fondo, quien adora de verdad no hace mucho, solo deja que Dios actúe, que Jesús haga. Por tanto, lo más importante para Adorar es tener el alma dispuesta y dejar que el Espíritu Santo nos acompañe.

Esa disponibilidad, en medio del ruido de la cotidianidad del momento, hace que los momentos de Adoración exijan de nosotros disciplina y voluntad. Es una disciplina que se aprende en la práctica y que poco a poco se va moldeando y perfeccionando. Aquí te compartimos algunos consejos que, aunque no son fórmulas, sí te ayudarán a trabajar en la disponibilidad de tu alma para vivir con intensidad ese encuentro que recargara tu vida, sin que muchas veces lo percibas inmediatamente.

Determina un tiempo en tu agenda

Dentro de la organización de tu tiempo semanal, determina la hora en la que vas a tener ese encuentro de Amor con Jesús (preferiblemente todos los días) y procura ser fiel a este horario. Es una cita y Jesús te estará esperando.

Dispón tu cuerpo

En un primer momento, si puedes, ponte de rodillas, reconociendo que Jesús es el Rey. La postración y el permanecer de rodillas, son las posiciones corporales del adorador por excelencia. Luego de unos minutos toma una postura cómoda que te permita estar conectado y concentrado en tu oración.
Adicional, te invitamos a ser consciente de tu respiración, es una buena forma de entrar en calma y decirle a tu cuerpo y tu mente que algo diferente y único vas a vivir.

Pide la presencia del Espíritu Santo

Deja que la tercera persona del Espíritu Santo guíe este momento para que Adores a Jesús como Él quiere y merece ser Adorado; pues muy bien nos dice San Pablo en Romanos 8, 26: “De igual manera, el Espíritu viene también en ayuda de nuestra flaqueza. Como nosotros no sabemos pedir como conviene, el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indescriptibles”

Alaba a Jesús

Empieza tu oración reconociendo todo lo que Dios es, alábalo por lo que es y por quien es: el Sumo y Eterno Sacerdote. Exalta su nombre y su poder. Alábalo por la obra magnífica que ha hecho en ti, en tu familia. Alábalo incluso porque en las pruebas que vives, Él se hace fuerte y te llena con su fuerza.

Agradece

Agradece por todas las bendiciones que tienes en tu vida, por las personas que el Señor ha puesto en tu camino (tu familia, amigos, compañeros de trabajo, hermanos de comunidad). Dale gracias a Dios por las dificultades que vives, porque sin duda Él está ahí acompañándote.

Dale gracias por los Sacerdotes, porque ellos te permiten Adorar a Jesús y, especialmente, agradece por aquellos Sacerdotes que han sido de bendición para tu vida.

Si eres Sacerdote, agradécele por el milagro de su presencia Eucarística gracias a tus manos consagradas. Agradécele por su presencia viva y operante por medio de tu ministerio.

Haz tu petición

Es el momento de presentar al Señor tu necesidad, hazlo con humildad, sin reclamos, sin negociar, ni con desconfianza. Entrega tu petición a Jesús y deja que Él actúe. Pídele que te ayude a pedir como conviene, que en tus peticiones siempre tengan la primacía la fe, la esperanza y la caridad.

Haz silencio

Este es tal vez el o los momentos más importantes. Adorar es entrar en el silencio elocuente del amor de Dios. Es aprender a silenciar las palabras de tu boca y tu corazón para que puedas escuchar a Jesús que, íntimamente anhela hablarte. No olvides que la palabra que realmente es fecunda lleva al silencio, y el silencio del adorador produce palabras que edifican, que dan vida; pues son palabras que vienen de la fuente inagotable del amor que se hizo eucaristía. Por tanto, deja que Dios te hable, contémplalo vivo y real en la Eucaristía. Déjate amar, recibe todo lo que Él quiere darte, escucha lo que susurra a tu corazón. Recuerda que Dios ama el silencio y que el silencio te ayuda a encontrar a Dios.

Para finalizar, dale nuevamente gracias a Dios por este momento de amor que permitió vivir.

“Lo que anhelo Señor es perderme en Ti para jamás encontrarme”
Padre Eugenio Prévost

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