Nuestro gran amor es Jesús ¡Solo Jesús!
Nuestro fundador, el padre Eugenio Prévost, tuvo una atracción especial por Jesús Eucaristía. En su contacto frecuente con Él, por medio de la Adoración, fue creciendo en su corazón un gran amor por la persona del Sacerdote. Así, surgió en el P. Prévost, un deseo de conocer, servir y amar con decisión a Jesús como Sacerdote.
Conozcamos a Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote desde la mirada de nuestro Fundador:
Todo lo que hizo Jesús, desde el primer instante de su existencia, lo hizo en calidad de Sacerdote y de Víctima. Su naturaleza de Sacerdote y de Víctima es, pues, tanto el origen como el motivo de su amor.
«Si este corazón nos amó tanto es porque era el corazón del Sacerdote Eterno y de la Divina Víctima que debía ser inmolada para la salvación del mundo,» expresaba a los sacerdotes en su predicación el padre Eugenio.
Es entonces justo decir y, a la vez, esclarecedor y confortante que: ¡Es porque Jesús es Sacerdote, que nos ama tanto!
Es Jesús, como Sacerdote y Víctima, quien nos da su corazón. Pero no es su corazón lo que hizo de Jesús un Sacerdote y Víctima, sino la misión redentora que le dio su Padre.
En otras palabras, el amor eterno de Dios por el hombre nos dio a Jesús Sacerdote; ¡Y el amor de Jesús sacerdote y Víctima nos dio su corazón! Penetrar en este corazón, es penetrar en el santuario de su amor sacerdotal.
El amor del corazón de Jesús es un amor sacerdotal; sus caricias divinas son caricias que consagran en cierta forma su sacerdocio eterno. ¡Es por ser sacerdote que Jesús ama tanto! Es con su corazón de sacerdote y víctima que Jesús nos ama.
¿Por qué Jesús es considerado Sacerdote?
Para muchos no es normal escuchar que Jesús sea Sacerdote. Lo reconocemos como Señor, Rey, Mesías, Hijo de David, Profeta, entre otros… Así nos lo presentan los textos evangélicos. Curiosamente ni los Evangelios, ni los Hechos de los Apóstoles o las cartas de San Pablo dan este apelativo a Jesús. Es más, parecen evitarlo, pues no se menciona que Jesucristo fuera sacerdote.
Jesús nunca ofició ceremonias religiosas en el Templo, tal como lo mencionan en relación con Zacarías el papá de Juan el Bautista (cf. Lc 1,5). Sin embargo, la carta a los Hebreos en el Nuevo Testamento afirma que: ¡Jesucristo es Sumo y Eterno Sacerdote! (Cf. Hb 5,5), es allí donde el padre Prévost encuentra la fuente de su espiritualidad sacerdotal.
El sacrificio de Jesús conduce a un nuevo culto
Entonces, si no se encuentra un término como tal en otros textos del Nuevo Testamento definiendo a Jesús Sacerdote ¿Por qué aparece aquí esta inusual afirmación?
El autor de la Carta a los Hebreos tenía que enfrentar dos graves problemas en su comunidad. Primero, los destinatarios, judíos convertidos al cristianismo, estaban desilusionados por la sencillez de los rituales de la liturgia cristiana que, contrastaba con las vistosas celebraciones del Templo de Jerusalén. El cristianismo eliminó las ceremonias de sacrificios de animales y las majestuosas peregrinaciones, enfocándose en la fe y el amor fraterno. No obligaba a la gente a peregrinar al templo de Jerusalén. Jesús mismo le había dicho a una mujer samaritana que a Dios se le adora en espíritu y en verdad y en cualquier lugar. (Cf. Jn 4,21-23).
Jesús: ¿Un “laico”, uno más del pueblo?
El segundo problema era la creencia de que Jesús no podía ser el verdadero Mesías porque no era sacerdote. Los judíos esperaban un Sacerdote, un Profeta y un Rey prometido para el final de los tiempos. Jesús fue reconocido como profeta y rey, pero no como sacerdote, ya que no pertenecía a la tribu de Leví, sino a la tribu de Judá, por lo tanto, entre los judíos Jesús era un «laico«, uno más del pueblo, pero diferente de la casta sacerdotal. San Pedro reconoció a Jesús como profeta y rey, pero no como sacerdote. Los primeros cristianos se sentían desconcertados por la ausencia del sacerdocio y los ritos del Antiguo Testamento
Jesús es Sacerdote Eterno
El asunto se resolvió cuando, alrededor del año 80, un autor anónimo escribió a los Hebreos desarrollando la idea de que Jesús era sacerdote Eterno según el «orden de Melquisedec».
Melquisedec era un sacerdote de Jerusalén que bendijo a Abraham (Gn 14). No se menciona su genealogía ni su muerte, lo que indica que su sacerdocio no era de la tribu de Leví, sino un Sacerdocio Eterno. En Jesucristo, se cumple la profecía del Salmo 110, 4: «Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec».
Superioridad del sacerdocio de Cristo
El autor de la Carta a los Hebreos demuestra la superioridad del sacerdocio de Cristo sobre el de los levitas. Los sacerdotes levitas eran transitorios y ofrecían sacrificios de animales repetidamente. Jesucristo, en cambio, con un solo sacrificio, obtuvo el perdón de todos los pecados y su sacerdocio es eterno. Él ofreció su propia sangre.
Según el Padre Prévost (nuestro fundador), Jesús es al mismo tiempo, Sacerdote y Víctima. Jesús no ofrece corderos inmolados, sino que Él mismo es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, como lo expresaba San Juan y lo proclamamos en la liturgia de la Misa.
¿Qué significa, entonces, que Jesús sea Sacerdote?
Que Jesús cumple en sí mismo todas las promesas del Antiguo Testamento. Su sacerdocio se distingue por su capacidad de conectarse profundamente con la condición humana y al mismo tiempo elevarla hacia lo divino, convirtiéndose en el puente esencial que une lo humano con lo divino, renovando así toda la realidad del culto y del sacrificio y, transformando la muerte en vida eterna mediante su resurrección.
En este sentido, la función mediadora de Cristo no es solo un acto cultual, sino una misión continua de compasión y redención que redefine y consuma todas las expectativas del sacerdocio y la realeza en la historia sagrada.
¿Por qué amamos a Jesús Sacerdote en la Fraternidad Sacerdotal?
1 Porque sin el sacerdocio de Cristo, el sacerdocio ministerial no sería posible; por tanto, la Eucaristía tampoco. No existe Eucaristía sin Sacerdocio, ni Sacerdocio sin Eucaristía.
2 Porque el amor único y total de Jesús, que da la vida por cada uno, constituye el culmen de su sacrificio, de su ofrenda a Dios por cada uno; es decir, su ofrenda sacerdotal.
3 Porque al Jesús que amamos y adoramos en la Eucaristía, al que servimos en los Sacerdotes, es Jesús Sacerdote y Víctima.
4 El misterio de su vida, sus palabras y hechos, el misterio de su resurrección no pueden separarse de su obediencia a la voluntad del padre, de su acto sacerdotal pleno.