“La Eucaristía lo es todo en la Iglesia, porque ella es Jesús”
Esto significa que es el Sacramento supremo, pues en ella se abren los cielos y Jesús nuevamente se hace Víctima, se hace presente para darnos su amor y ratificar que su más grande deseo es nuestra salvación.
Jesús se ha quedado allí para tener un encuentro más íntimo y cercano con cada uno de nosotros, entonces ¿Cómo entrar en este diálogo de enamorados? ¿Cómo construir aquella relación de corazón a corazón que nuestra alma anhela y con la que Dios sueña?
La Eucaristía es, sobre todo, Jesús que se da como alimento. Es el mismo Jesús hecho pan de vida. Por lo tanto, esa es la forma principal por medio de la cual Dios entra en una intimidad de comunión con nosotros.
No obstante, con el tiempo, se desarrolló un acto de devoción y de piedad que ha conseguido llevar a muchos a la santidad de vida: ¡La Adoración Eucarística!
Así que aprendamos sobre este tema, pues bien lo ha dicho Jesús en su evangelio:
“Pero llega la hora, ya estamos en ella, en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren” Juan 4, 23
Y aunque no se refiriera a la adoración eucaristía, estas palabras que Jesús dirige a la Samaritana abren un nuevo horizonte para adorar, contemplar, descubrir y entrar en contacto con la presencia de Dios más allá del templo de Jerusalén.
¿Qué es la Adoración Eucarística?
Dice el Catecismo de nuestra Iglesia Católica en sus numerales 2096 y 2097:
“La adoración es el primer acto de la virtud de la religión. Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso. “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto” (Lc 4, 8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6, 13).”
“Adorar a Dios es reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la “nada de la criatura”, que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magníficat, confesando con gratitud que Él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo (cf Lc 1, 46-49).
La adoración del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo.”
La Adoración de Jesús Eucaristía no es más que la prolongación del misterio de amor que acontece en el altar donde se celebra la Eucaristía. Es la presencia real de Jesús, no un símbolo, que se prolonga en el tiempo y en el espacio.
El acto de adorar nos permite continuar sumergidos en ese misterio de grandeza y poder; y debe hacerse en un silencio interior que nos libera del repliegue sobre sí mismos abriéndonos a una auténtica experiencia de fraternidad.
¿Por qué es importante Adorar?
La Adoración Eucarística es importante porque es el momento en que reconocemos la grandeza de Jesús y la pequeñez de nuestra alma, porque, al postrarnos humildemente delante de este misterio de amor, le decimos al Sumo Sacerdote que estamos necesitados de Él, pues nuestra voluntad es débil y las fuerzas se agotan.
Además, es importante porque en la Adoración Jesús nos permite conocerlo, escuchar su voz, entrar en intimidad con Él, es allí donde nuestro corazón se perfecciona y el alma se purifica. En resumidas cuentas, Adorar es importante porque es la oración más perfecta.
Nuestro padre Prévost decía:
“La oración profunda, es una ofrenda total de nuestro ser, un acto de entrega absoluta en homenaje al Dios oculto en el Santísimo Sacramento, a quien se le debe todo honor y gloria, tanto en la tierra como en el cielo».
¡La Adoración es oración! Es un arrebato del corazón, una mirada de fe y amor dirigida hacia Dios, un grito de reconocimiento y confianza. Es una oración profunda en unión con Jesús, la Víctima gloriosa ante su Padre. La adoración es, a la vez, un acto de amor, una oración de alabanza y una ofrenda de sí mismo en homenaje al Dios viviente en el Santísimo Sacramento”.
El método perfecto para Adorar a Dios
“El tiempo que uno pasa con Jesús en el Santísimo Sacramento es el tiempo mejor invertido en la Tierra”, decía la santa Madre Teresa de Calcuta, y para que sea realmente así, es necesaria la practica de un método.
El padre Prévost, nuestro fundador, convencido de la necesidad de aprovechar bien el tiempo a los pies del Santísimo Sacramento, bajo las enseñanzas de San Pedro Julián Eymard el apóstol de la Eucaristía; convencido de la necesidad de un método de oración que ayude a un verdadero encuentro con Jesús Eucaristía en la Adoración, se apoya en la enseñanza del Concilio de Trento, que reafirmó y clarificó la enseñanza sobre la Eucaristía como como un verdadero sacrificio, estrechamente relacionado con el sacrificio de Cristo en la cruz que ofrece un acto de adoración, de acción de gracias, de reparación y oración perfectas.
Por lo tanto, el método que realmente ayuda a hacer de la adoración un momento perfecto de oración es el que surge del mismo acto sacrificial de Jesús en la Eucaristía.
¿Quieres que tu adoración eucarística sea lo más perfecta posible? Entonces empieza a practicar los cuatro momentos que a continuación compartimos:
1 ACTO DE ADORACIÓN:
En la Adoración Eucarística, reconocemos que Jesús está presente en la Sagrada Hostia y le rendimos homenaje. Este acto implica un profundo respeto y reverencia, reconociendo que todas nuestras cualidades y perfecciones provienen de Él. Al adorar, nos unimos a Jesús, quien se humilló a sí mismo en el estado sacramental para interceder por nosotros. Adorar a Dios es el acto de reconocer que Dios es Dios, que nosotros somos sus creaturas.
2 MOMENTO DE ACCIÓN DE GRACIAS
La acción de gracias es reconocer los dones y beneficios que hemos recibido de Dios. Es un acto de gratitud, donde expresamos nuestro agradecimiento por las bendiciones en nuestras vidas. Al hacerlo, admitimos que estos dones son gratuitos y que no los merecemos por justicia. En la adoración, unimos nuestra acción de gracias a las de Jesús y María, agradeciendo no solo por nosotros mismos, sino también por los demás, especialmente por los Sacerdotes.
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ACTO DE REPARACIÓN
La reparación implica pedir perdón por nuestros pecados y los de los demás. Reconocemos nuestras faltas y las consecuencias que tienen sobre nuestra alma, este momento es ideal para arrepentirnos sinceramente y dejar que Jesús nos corrija. Este acto se realiza por medio de la contrición y la satisfacción, es decir, aceptando voluntariamente sufrimientos para compensar nuestras ofensas. Nos unimos a la reparación de Jesús y María, pidiendo perdón y ofreciendo sacrificios en nombre de todos, especialmente en propiciación por las faltas de los Sacerdotes.
4 MOMENTO DE ORACIÓN
La oración es un diálogo sincero con Dios, donde manifestamos nuestros deseos de recibir su gracia y ayuda, además, le decimos a Dios lo que necesitamos y lo pedimos con humildad y confianza. Siempre debemos orar en unión con Jesús, quien intercede constantemente por nosotros y con la Santísima Virgen, nuestra madre celestial.
Estos cuatro actos: adoración, acción de gracias, reparación y oración, son los pilares que sostienen nuestra vida espiritual. Al seguir este método, nos unimos más profundamente a Jesús en la Eucaristía y fortalecemos nuestra relación con Él.
Oración del Adorador
Señor, me encuentro ante tu presencia, y hoy quiero darte las gracias por mi vocación, por querer que yo sea un adorador en espíritu y en verdad. Haz que cuando la duda invada mi espíritu, seas Tú para mí la verdad. Tú en la Eucaristía me iluminas, me enseñas y me instruyes. He aprendido más de Ti en las horas de silencio, de oración y de adoración a tus pies, que en todos los libros. Por tu presencia Jesús, te has hecho mi luz y mi ciencia.
Cuando, desengañado, busco un amor estable y verdadero, me entrego a Ti en el Santísimo Sacramento. A tus pies, me restablezco, renuevo mi confianza y hago, gustoso el sacrificio de todos los apegos pasajeros y, solo me contento en tú amor que perdura. Cuando la fatiga en la lucha se apodera de mí y tengo la tentación de arrojar las armas y desistir del combate, a tus pies, Jesús Eucaristía, recobro mi valor, la generosidad y la perseverancia.
Gracias por hacer de mí un adorador. Amén.
En la Fraternidad Sacerdotal nuestra adoración tiene un fin particular: la gloria de Jesús y la Santificación de todos los Sacerdotes del mundo.