Padre Eugenio Prévost

El Padre Eugenio Prévost fue un verdadero enamorado de Jesús Eucaristía y un gran servidor de los Sacerdotes.

Fue el elegido de Dios para fundar la Congregación de la Fraternidad Sacerdotal y la Congregación de las Oblatas de Betania, lugares pensados para cuidar, acompañar, acoger y amar a los Sacerdotes del mundo entero.

Esta es su historia

Eugenio nació el 24 de agosto de 1860 en St-Jérôme, condado de Terrebonne, provincia de Quebec, Canadá, en el seno de una familia de quince hijos, la célebre familia Prévost.

Su padre, Jules, médico de reconocida caridad, solía decir: “La voluntad de Dios, ¡qué ancla de salvación!” Así, desde muy pequeño Eugenio se tomó a pecho las enseñanzas de su padre y dedicó toda su vida a buscar y cumplir lo mejor posible “la santa y adorable voluntad de Jesús”.

Su madre, Edwidge, enseñó a sus hijos a llevar una vida cristiana en la que la Eucaristía ocupaba un lugar privilegiado. A los seis años Eugenio fue monaguillo, hizo su Primera Comunión el martes 6 de julio de 1869 a sus nueve años.

Camino hacia la vida religiosa

La familia Prévost gozaba de una buena situación económica, y sus hijos pudieron cursar estudios superiores y carreras profesionales. Cuatro de los varones se hicieron médicos como su padre. Eugenio, en cambio, se formó en el seminario de filosofía de Montreal, dirigido por los padres sulpicianos. Su director espiritual, M. Lecocq, le enseñó el fervor Eucarístico y lo fue formando según la escuela de espiritualidad francesa. Entre los Sulpicianos, Eugenio podía comulgar todos los días sirviendo como monaguillo a la misa de su director espiritual.


Al ver el amor de Eugenio por la Eucaristía, el padre Lecocq reconoce su llamada a la vida religiosa y le orienta hacia la Congregación del Santísimo Sacramento fundada por San Pedro Julián Eymard. El 1 de agosto de 1881, Eugenio deja a su familia para ir a Europa. Se hizo religioso del Santísimo Sacramento el 29 de septiembre de 1883 y fue ordenado sacerdote en Roma el 4 de junio de 1887.

Un llamado especial a consagrar su vida a Jesús en sus Sacerdotes

Desde entonces, Jesús le ilumina con más fuerza acerca del misterio de su sacerdocio. Para él, cuando el Hijo de Dios se hizo hombre, se convirtió en sacerdote, único mediador entre Dios y los hombres. Jesús es, pues, esencialmente sacerdote. Este sería el fundamento de su espiritualidad.

Encargado por su superior de la Obra de los Sacerdotes Adoradores, el Padre Prévost se consagró a ella con celo y éxito durante muchos años. Su pasión, cercanía y organización, hace que esta Asociación pase de 6.000 miembros en 1887 a 20.000 en 1891 y a 50.000 en 1897.

Además, y este es el aspecto más importante, en su contacto frecuente con los sacerdotes, fue testigo de sus múltiples necesidades y aspiraciones. Percibió profundamente cómo ninguna congregación religiosa parecía responder de manera particular a las diversas y variadas necesidades de los sacerdotes, así que, dado su amor por Jesús Eucaristía y por el Sacerdote, poco a poco, va creciendo en él, el sentimiento profundo de ayudar más a estos sacerdotes abriendo una casa para responder a dichas necesidades.

Este sueño no maduró con los Padres Sacramentinos. Sin embargo, el clamor de las necesidades de los sacerdotes seguía resonando en el corazón del padre Eugenio.

Fundador

Finalmente, tras diecinueve años en su congregación religiosa, Eugenio confesó:

“Mi vida religiosa en la Congregación del Santísimo Sacramento era sólo un medio para llegar, no era el fin. Jesús quería que la dejara. Esta voluntad es para mí tan clara como el sol. La Congregación de la Fraternidad Sacerdotal es mi vida, mi destino, la cumbre de mi felicidad, la coronación suprema de las misericordias del Señor para conmigo, la plena realización de los misteriosos designios de mi Jesús sobre mi propia miseria”.

Así, el 1 de agosto de 1900, el padre Eugenio recibe la dispensa de sus votos religiosos, de modo que, al día siguiente comienza la última y la más importante etapa de su vida: la fundación de dos congregaciones religiosas en la Iglesia: la Fraternidad Sacerdotal y las Hermanas Oblatas de Betania, dos cuerpos religiosos consagrados a servir a Jesús Sacerdote en sus sacerdotes por medio de la Adoración Eucarística y la Acogida de Sacerdotes.

El Padre Prévost dedicó cuarenta y seis años de su vida a esta obra, muriendo en Francia el 1 de agosto de 1946. Hasta el final de su agitada vida, fue fiel al compromiso que había contraído con Monseñor Tarozzi y que él expresaba así:

“Prometo trabajar hasta mi muerte por el bien, la salvación y la santificación de los sacerdotes”.

Eugenio Prévost, un fuego ardiente

“Mi pobre corazón está ardiendo. Ardo y sufro porque todo mi ser se ha vuelto como un ardiente deseo de amor”.

El P. Charles Garceau, Sacerdote de la Fraternidad Sacerdotal, quien conoció personalmente al Padre Eugenio, lo describe bella y poéticamente de la siguiente manera:

1El padre Eugenio era un CORAZÓN, pues todo en él era amor, irradiaba amor. Su legado y su obra, su unión íntima con Jesús Sacerdote y Víctima se explica en el amor. En este corazón, Dios encendió desde muy temprana edad un FUEGO ARDIENTE de caridad divina, que encontró su objeto en la persona de Jesús Sacerdote en la hostia y en los sacerdotes sus ministros. Su larga vida encuentra aquí su explicación.

2Este amor de refinada delicadeza ha encontrado, en las circunstancias de la historia, su expresión ordinaria en una FORTALEZA invencible, irreductible, frente a las increíbles tempestades que se han interpuesto en su obra en marcha. Fortaleza que anima y fortalece a sus hijos hoy en la fe, la esperanza y la caridad. El amor divino hizo invencible a este amante de Jesús Eucaristía  y le permitió triunfar en una empresa imposible para las fuerzas humanas.

3 Este amor ardiente, esta fortaleza indomable son un poder contenido, apacible, apaciguado, que brota de las profundidades volcánicas, pero que se extiende en sábanas tranquilas bajo el sol risueño. El hombre en el que latía tanta vitalidad espiritual aparecía ante sus contemporáneos como la MODESTIA encarnada.

Espiritualidad

¡Jesús, solo Jesús!

El Padre Eugenio encarna una espiritualidad típica de principios del siglo XX centrada en Jesús Eucaristía y Jesús Sacerdote.

En la adolescencia, como respuesta a la llamada de Jesús, y con la única certeza que da un amor confiado, Eugenio Prévost se aleja del mundo de las apariencias y aspira a una experiencia intensa de Dios.

Invierte todas sus fuerzas en esta búsqueda y pone a su servicio el resorte de una fortísima voluntad. Se adentra en los arduos senderos de la ascesis para alcanzar la pureza de corazón, para acercarse más a su Jesús vivo en la Eucaristía, que se entrega a él en la comunión. Su ascesis es la de la renuncia que exige el amor: “la huida del pecado, la destrucción de sus defectos, la muerte y olvido completo a sí mismo, la práctica de las virtudes, la fidelidad a todos sus deberes y la correspondencia a la gracia y a las menores inspiraciones de Jesús”.

Su cultura y su historia personal le presentan al otro bajo la figura de Jesús, el modelo al cual ha de adherirse. Todo esto configura su espiritualidad, su manera especial de vivir unido a Jesús. 

“A fuerza de contemplarte, escribe en sus ‘Cuadernos’, acabé por quererte sólo a ti, pues en verdad, oh, Jesús, no hay otra vida que la tuya. Se ejerció en mi alma una acción tan transformadora que me identificó contigo, oh, Jesús» 

Esta identificación reestructura sus actitudes y comportamientos hasta tal punto que llega apenas a distinguir entre su yo actuante y Jesús.

«Mi alma está en la tuya – exclama el padre Prévost envejecido -. Ya no existo, ya no tengo más vida que la tuya. En realidad, me he vuelto ciego, ya no veo nada de las cosas de la tierra si no es en las luces de Tus verdades [ …]. Verdaderamente, oh, Jesús mío, vivimos una misma vida, nos agotamos en los mismos ardores de caridad divina, habitamos el uno en el otro.”.

Lejos de enajenarlo, haciéndole representar un papel, esta identificación funda la unidad de su persona. Su vida es una línea, una flecha que lo conduce a Jesús, su todo.

El Jesús del que habla, es el Jesús sacerdote y víctima, que se hace presente en la Eucaristía y se prolonga en los sacerdotes y en todos los cristianos, a títulos diversos.

Bajo este ángulo percibe la unidad fundamental del universo y ve todos los fenómenos en toda su profundidad, ya sea el misterio de Jesús, de su sacrificio, de su sacerdocio y de su glorificación, o bien el sufrimiento y las miserias del hombre.

Su intuición, aunque está enunciada con los términos de una teología sacerdotal en boga antes del Concilio Vaticano II, no deja de ser la representación de una Iglesia que es cuerpo místico de Cristo y pueblo de Dios. Así lo expresa a una de sus hijas religiosas:

“Yo quisiera revelar a Jesús Sacerdote y Víctima. Mi alma está como comprimida por estos chorros de luz y amor que buscan salida. ¡Ah, cuán grande es mi felicidad cuando pienso en el papel sublime que Jesús ha confiado a nuestra Obra Sacerdotal”

El amor apasionado por Jesús y el sacerdote, canaliza y orienta la necesidad de actuar del padre Prévost. Se convierte en profeta del amor misericordioso por sus sacerdotes. Se lanza, a costa de enormes dificultades, a la construcción de una comunidad que, con sus ramas masculina y femenina, dará testimonio, mediante actos de ese amor misericordioso de Jesús por sus sacerdotes.

Su afinada pluma siempre estuvo ocupada para dar a conocer más y mejor a Jesús, sus misterios, su eucaristía y, sobre todo: su sacerdocio. Por medio de múltiples escritos (que están en francés en su mayoría), deja entrever su agudeza y delicadeza para llegar al corazón de todos; siempre buscando conducirlos a Jesús. Con sus escritos, dará a conocer el mensaje de Jesús Sacerdote y Víctima.

La glorificación de Jesús en su sacerdocio reconcilia y unifica al contemplativo y al apóstol, al adorador y al emprendedor.

El Nombre de Jesús imprime un carácter particular a la expresión de sus sentimientos y fecunda su pensamiento y su actividad.

Causa de Beatificación

“Morir de amor después de haber vivido de amor”

En vida, el padre Prévost ya era considerado santo por muchas personas que le habían conocido.

Inmediatamente después de su muerte, un médico de Angers le extrajo el corazón, que fue conservado por sus hijos espirituales como un precioso recuerdo de «este corazón que tanto amaba a los sacerdotes», como decía el padre Jean-Baptiste Lemius, oblato de María Inmaculada y famoso predicador de principios del siglo XX.

Las enfermeras presentes, monjas de Saint-Charles d’Angers, guardaban preciosamente paños empapados con la sangre del fundador. En mayo de 1951, uno de ellos fue colocado bajo la almohada de un sacerdote francés condenado por los médicos a morir durante la noche: ¡Sobrevivió! Falleciendo en 2008 a la edad de 96 años, siempre agradecido con el Padre Prévost por su intercesión.

En el año 1951 se publicó la primera biografía del padre Prévost, escrita por el padre Georges Lapointe, además, se dan los primeros pasos oficiales hacia la apertura de la causa de Beatificación del padre Prévost, con el nombramiento del postulador, el padre Charles Garceau, este hace publicar una oración pidiendo la glorificación del padre.

Al año siguiente, se publica un boletín donde se relatan los favores obtenidos del Padre Prévost a amigos y bienhechores.

En 1955, este boletín se convirtió en una publicación periódica, llamada Aux Amis du Père Prévost (Los amigos del padre Prévost), que en el 2000 pasó a llamarse Les Amis de Béthanie (Los amigos de Betania).

En 1961, el cuerpo del Padre Prévost fue llevado de Francia y enterrado en una cripta construida para tal fin en el Cenáculo de Pointe-du-Lac, en la ciudad de Trois Rivieres en Canadá. Cuando se vendió el Cenáculo, el cuerpo del fundador volvió a enterrarse en el pequeño cementerio de la comunidad.

Desde el año 2000, las Hermanas Oblatas de Betania son responsables de la causa del padre Prévost. Han confiado la buena marcha del caso al Sr. Andrea Ambrosi, postulador, abogado de Roma especializado en las causas de los santos. A petición suya, monseñor Luc Bouchard, obispo de Trois-Rivières, abrió oficialmente la encuesta diocesana para la beatificación y canonización del padre Eugenio Prévost el 4 de julio de 2012; este proceso concluyó el 28 de junio de 2014.

Sin prejuzgar las decisiones de Roma, las Hermanas Oblatas siguen pidiendo al Señor, si es su voluntad, que permita que un día ellas, los religiosos de la Fraternidad Sacerdotal y los miles de amigos del Padre Prévost puedan no sólo inspirarse en su ejemplo, sino invocarlo y pedir su santa intercesión.